Un 15 de noviembre de 1573, el capitán Juan de Garay junto a un grupo de mancebos de la tierra fundaba, en tierra de “calchines y mocoretaes”, la ciudad de Santa Fe. En abril del mismo año habían salido desde Asunción con el objetivo, según palabras del hidalgo, de “abrir puertas a la tierra”. 

La nueva ciudad siguió las pautas que eran norma en esa época: una cuadrícula de aproximadamente 100 hectáreas cuya parte central se destinó a plaza de armas, y a cuyo alrededor se ubicaron las dependencias administrativas, religiosas y para vivienda de los personajes principales. Entre ellos, la del mismo don Juan de Garay, quien repartió los solares determinando además los espacios para chacras y estancias. 

Casi 80 después el Cabildo de la ciudad decide su traslado por razones estratégicas y de seguridad a la ubicación actual, “en los pagos de Lencina”, llamándose ahora Santa Fe de la Vera Cruz. 

Desde ese momento, y por casi 300 años, las ruinas de Santa Fe la Vieja fueron un mudo testigo del paso del tiempo hasta ser descubiertas en 1949 por Agustín Zapata Gollán, quien venía escuchando desde hacía tiempo a los pobladores de la zona de Cayastá sobre la existencia y la ubicación de las ruinas.

A 451 años de la fundación de la ciudad, hoy su sitio original constituido en Parque Arqueológico, esas “ruinas que enseñan”, contribuye con su presencia incólume a la vera del río llamado “de los Quiloazas” por el fundador, a la memoria histórica de todo los santafesinos.